Proceso del reclutamiento yihadista: avisadores, captadores y adoctrinadores
I. Introducción: Más Allá del Púlpito y la Pantalla
¿Alguna vez te has preguntado cómo empieza realmente el camino hacia la radicalización yihadista? Lejos de las imágenes impactantes de predicadores vociferantes o la propaganda digital viral, existe una compleja y sigilosa ingeniería que opera en las sombras, mucho antes de que la ideología extremista se asiente. Este artículo se adentra en ese proceso, desvelando una verdad que rara vez se cuenta: la existencia de figuras clave que, de forma casi imperceptible, inician y nutren el camino de un individuo hacia la sumisión a una causa violenta.
La atención mediática y judicial suele enfocarse en la figura del adoctrinador, aquel que consolida la ideología y empuja a la acción. Sin embargo, esta visión, aunque fundamental, ignora los eslabones iniciales, aquellos que tejen la red con hilos casi invisibles: el avisador y el captador. Son ellos quienes identifican, se acercan y preparan el terreno para que la semilla del extremismo pueda germinar.
El objetivo con este análisis es doble y ambicioso. Por un lado, ofrecer una perspectiva fresca y amena sobre un fenómeno complejo, revelando las tácticas ocultas de un proceso de reclutamiento que la mayoría desconoce. Por otro lado, y con una intención quizás más profunda, buscamos lanzar una luz de alerta: si eres una potencial víctima de estas redes, o conoces a alguien que podría serlo, este artículo te ayudará a comprender que estas personas no son verdaderos guías espirituales, sino manipuladores que utilizan una religión como herramienta para aprovecharse de otros, tal como no dudarían en usar cualquier otro método para sus fines egoístas y destructivos. No se trata de criticar una fe, sino de exponer cómo malos actores instrumentalizan la espiritualidad para sus propios intereses.
Comprender la dinámica de estos roles menos visibles es clave para una prevención y contención más efectiva. Nos permite apreciar cómo las redes yihadistas adaptan sus estrategias a los diversos perfiles de las personas a las que se dirigen, identificando tres tipos fundamentales de individuos en el punto de mira:
- El que busca radicalizarse activamente: Aquel que ya posee una predisposición o un interés manifiesto en la ideología radical, y que activamente busca vías para unirse o participar en movimientos extremistas. Para ellos, el avisador y el captador actúan como facilitadores y conectores, validando y canalizando su búsqueda.
- El que es susceptible de ser radicalizado: Individuos que presentan vulnerabilidades emocionales, sociales, económicas o una búsqueda de sentido que, sin una inclinación activa hacia el extremismo, pueden ser receptivos a mensajes radicales si se les presentan de forma sutil y empática. Aquí, el avisador identifica el punto débil y el captador lo explota cuidadosamente, construyendo una relación de confianza basada en la necesidad del individuo.
- Al que sencillamente captan y posteriormente radicalizan para aprovecharse de él: En este caso, el acercamiento inicial no se centra en la ideología religiosa, sino en explotar habilidades específicas, recursos o la situación personal del individuo para fines logísticos o de apoyo a la red. La radicalización ideológica, si ocurre, es un proceso secundario, inducido gradualmente por el adoctrinador una vez que la lealtad, la dependencia y el control han sido establecidos por el captador. Es una instrumentalización pura, donde la fe es solo un medio más de control.
Así, al desvelar las funciones y los métodos del avisador y el captador, este artículo busca arrojar luz sobre las etapas previas y a menudo ignoradas de la radicalización, esenciales para comprender la verdadera ingeniería del reclutamiento yihadista y, crucialmente, para proteger a los más vulnerables de ser meras herramientas en manos de la maldad.
II. El Avisador: El Ojo Silencioso en la Sombra
- Definición del rol: El avisador es el primer eslabón, el “cazatalentos” de la red. Esta figura puede darse porque el individuo tiene relación con el captador y el captado. No tiene por qué ser un reclutador activo, sino un observador sutil que identifica a individuos con características que los hacen vulnerables o susceptibles al adoctrinamiento (ej. problemas personales, búsqueda de identidad, sentimiento de injusticia, aislamiento social, afinidad ideológica latente). Lo normal es que estos individuos estén situados en lugares de estudio, trabajo, culto, etc. donde pueden catalogar a la víctima pasando desapercibidos.
- Modus Operandi:
- Entornos de actuación: Dónde operan (redes sociales, foros, entornos comunitarios, centros penitenciarios, vecindarios, círculos familiares o de amigos).
- Técnicas: Cómo identifican a los candidatos (escucha activa, seguimiento de perfiles online, conversaciones casuales). No buscan “reclutar” directamente, sino “marcar” a un objetivo.
- Bajo perfil: Enfatiza su naturaleza discreta y cómo sus acciones iniciales rara vez son percibidas como criminales por quienes los rodean o por las autoridades. Son la punta del iceberg que apenas se ve.
- Desafíos para la detección y persecución: El avisador es muy difícil de probar su intención criminal en esta fase tan temprana y sutil. Sus acciones a menudo caen en una “zona gris” legal. Lo más normal si no se dispone de más información es que se le pueda descubrir contactando con el captador y en sus conversaciones mencionen las acciones del avisador acerca de alguna víctima, lo que podría delatarle.
III. El Captador: Tejiendo la Telaraña de la Confianza
- Definición del rol: El captador es el nexo directo. Una vez que el avisador ha identificado un objetivo, o el propio captador lo hace, su función es establecer una relación personal y de confianza. No es un orador, sino un “amigo”, un “confidente”, una “guía”.
- Modus Operandi:
- Construcción de la relación: Mediante la información dada por el avisador o del mismo captador, abordan al individuo, ofreciéndole apoyo, empatía, respuestas a sus inquietudes existenciales o sociales.
- Proceso de “enganchar”: La gradual introducción de ideas radicalizadas, siempre de forma adaptada a las vulnerabilidades y necesidades del reclutado. Pueden empezar con mensajes religiosos generales para luego escalar, pero nunca llegando al proceso de radicalización que es la siguiente fase.
- Privacidad y discreción: Operan en entornos muy controlados (conversaciones privadas, encuentros discretos, comunicaciones cifradas) para evitar ser detectados.
- Conexión emocional: La conexión emocional establecida por el captador con la víctima es la señal de haber conseguido su éxito, que reside en la conexión emocional que establecen, la cual es difícil de romper.
- Propósito clave: La finalidad de este individuo es conseguir poner en contacto a la víctima con el adoctrinador y este último conseguirá sacarlo de la zona visible de las redes sociales y es cuando empieza su trabajo.
- Cuando la Confianza Se Convierte en Trampa: Un Caso Real (I)
Para comprender la insidiosa efectividad del captador, basta con observar casos que desafían nuestras preconcepciones. Lejos del estereotipo del individuo religioso o socialmente marginado, las víctimas pueden provenir de cualquier esfera. Un ejemplo escalofriante es el de la joven madrileña que, por un encuentro casual en la calle, terminó radicalizada y viviendo en Afganistán. Su perfil inicial, lejos de cualquier vínculo con el fundamentalismo islámico, era el de una practicante comunista. Su acercamiento a la red no se dio por una búsqueda espiritual, sino a través de una relación personal, que comenzó de forma “casual” y que de forma gradual y casi imperceptible, fue instrumentalizada.
El captador, en este tipo de situaciones, no actúa como un predicador, sino como un ‘amigo’, un ‘interés amoroso’ o un ‘confidente’. Es a través de la construcción de un vínculo emocional y personal que se logra vulnerar las defensas del individuo. En el caso mencionado, la relación fue el vehículo para una transformación asombrosa: de la militancia política a la sumisión total a la ideología yihadista de Amer al Azizi, culminando con la imagen de ella en Afganistán, vestida de negro, un símbolo de una identidad completamente despojada.
Este caso subraya de manera contundente la intención oculta de estas redes: no es la conversión sincera a una fe, sino la explotación de la persona para sus fines. La religión se convierte en una herramienta de control, una narrativa conveniente para justificar la manipulación y asegurar la lealtad de un individuo que, inicialmente, podría no tener ninguna conexión ideológica. La ‘víctima útil’ es radicalizada no por convicción propia inicial, sino por la necesidad de asegurar su compromiso con la causa, convirtiéndose en un recurso más para la organización.
- Cuando la Confianza Se Convierte en Trampa: Un Caso Real (II)
Otro ejemplo que ilustra la diversidad de métodos de captación, especialmente en la era digital, es el de las conocidas como las “novias de ISIS” o el caso de las jóvenes europeas que abandonaron sus hogares para unirse a la llamada del “Estado Islámico” en Siria. Un caso tristemente famoso es el de las adolescentes Samra Kesinovic y Sabina Selimovic, de Austria, que en 2014, con tan solo 15 y 16 años, respectivamente, huyeron de sus hogares para viajar a Siria.
Su captación no se produjo en un encuentro callejero, sino a través de un intenso proceso de “grooming” online. Los captadores, utilizando redes sociales y plataformas de mensajería cifrada, crearon un entorno virtual donde estas jóvenes, influenciadas por una idealización romántica del “califato” y una búsqueda de pertenencia, fueron persuadidas de que estaban contribuyendo a una causa noble. Les prometieron un “paraíso” donde serían esposas de “guerreros” y tendrían una vida plena y significativa.
Este método de captación explota las vulnerabilidades emocionales y la búsqueda de identidad propias de la adolescencia. El captador online construye una falsa intimidad, se presenta como un confidente y va introduciendo gradualmente la ideología extremista, a menudo mezclada con promesas de aventura, heroísmo y un sentido de comunidad. La distancia física no impide la creación de un poderoso vínculo emocional que, una vez establecido, lleva a la víctima a tomar decisiones drásticas, despojándose de su vida anterior para convertirse en una pieza más del engranaje de la organización. La realidad que encontraron, como en muchos de estos casos, distó mucho del paraíso prometido, revelando una vez más la brutal instrumentalización de individuos por parte de estas redes.
- Cuando la Confianza Se Convierte en Trampa: Un Caso Real (III) – La Explotación de la Vulnerabilidad
La capacidad de los captadores para identificar y explotar las debilidades personales se extiende incluso a problemáticas como las adicciones. Paradójicamente, hemos sido testigos de casos donde individuos no musulmanes, que luchaban con problemas de alcoholismo, han terminado siendo radicalizados, volviéndose abstemios y, lo más alarmante, desarrollando la intención de cometer atentados terroristas.
En estas situaciones, el captador no se acerca con un mensaje religioso directo, sino con una oferta de “salvación” o “liberación” de la adicción. Se presenta como un apoyo, un guía que ofrece una nueva vida, una disciplina férrea y un sentido de propósito que la persona en apuros busca desesperadamente. La promesa de una vida sin vicios, en un entorno de aparente rectitud y camaradería, se utiliza como puerta de entrada. Una vez que la persona ha abandonado su adicción y se siente dependiente de este nuevo “mentor” y su nuevo entorno, la ideología radical se introduce gradualmente, presentándose como el único camino verdadero hacia la purificación y la verdadera fortaleza.
Este tipo de captación es particularmente insidiosa porque se aprovecha de una necesidad genuina de cambio y mejora personal. La víctima, al experimentar una aparente “liberación” de su problema (como el alcoholismo), asocia esa mejora directamente con la nueva ideología y los individuos que la promueven, lo que refuerza su lealtad y su compromiso con la causa, convirtiéndolos en instrumentos peligrosos y fanatizados. - Retos para la detección y persecución: Desgraciadamente en la mayoría de estos casos, se sabe que estaban reclutando porque se han detectado a las víctimas cometiendo el delito y de esa forma se llega al reclutador. La mayor dificultad para obtener pruebas concluyentes de que se está produciendo un “reclutamiento” explícito, se debe a que la manipulación es progresiva y encubierta. En muchas ocasiones, suelen ser figuras muy cercanas a la víctima, lo que complica la denuncia. En estos casos la contrapropaganda sería muy efectiva porque podría ayudar a la víctima a saber que está siendo captada o manipulada.
IV. El Adoctrinador: La Voz de la Ideología y el Perfil del Manipulador
La fase final del proceso de reclutamiento recae en el adoctrinador, la figura que consolida la “conversión” ideológica y prepara al individuo para la acción o la integración plena en la red. Si el avisador fue el ojo y el captador el tejedor de lazos, el adoctrinador es la voz que moldea la mente y el espíritu, ofreciendo un nuevo marco de “verdad” y propósito.
- Más allá del orador formal: Un perfil multifacético
No debemos imaginar al adoctrinador únicamente como un líder religioso formal o un estudioso. Si bien algunos pueden tener una formación religiosa (a menudo distorsionada o seleccionada para sus fines), muchos son simplemente charlatanes con un don excepcional para la persuasión y el carisma. Su “gancho” reside en su habilidad innata para conectar, inspirar y, sobre todo, manipular.
A la pregunta de si es posible que estos individuos tengan estudios en psicología o similares, es poco probable que posean títulos académicos formalmente reconocidos en estas disciplinas. Sin embargo, lo que sí tienen es una comprensión intuitiva y perversa de la psicología humana. Han desarrollado una maestría en:- Lectura de vulnerabilidades: Son expertos en identificar las necesidades emocionales, las inseguridades, las frustraciones y los deseos insatisfechos de sus objetivos.
- Técnicas de manipulación: Emplean tácticas psicológicas como el “love bombing” (bombardeo de amor) para crear una dependencia emocional, el aislamiento de las influencias externas, la generación de culpa, la polarización de la realidad (“nosotros vs. ellos”) y la construcción de una identidad de grupo fuerte.
- Retórica persuasiva: Dominan el arte de la oratoria, incluso si es a través de textos o mensajes. Utilizan eslóganes repetitivos, narrativas de victimización y venganza, y distorsionan textos religiosos para justificar la violencia y la obediencia ciega.
- Del perfil “dulce” al control total:
A menudo, el adoctrinador, o alguien que cumple ese rol en fases avanzadas de la captación online, no se presenta inicialmente con una imagen radical. Pueden ser “chicas musulmanas” o “chicos” que entablan un diálogo aparentemente inocuo, centrado en la fe, la comunidad o la búsqueda de respuestas. Esta fachada amable y comprensiva es una táctica deliberada.
En cuanto establecen un vínculo, el objetivo es apartar al captado del espacio público de la red. Las conversaciones se mueven a plataformas de mensajería cifrada o a encuentros privados. Es en este entorno controlado y aislado donde el adoctrinador inicia su trabajo real: la consolidación de la ideología extremista, la eliminación de cualquier disidencia o duda, y la preparación del individuo para una vida dedicada a la causa yihadista, incluso si ello implica el sacrificio personal o el abandono de su vida anterior. La “formación” del adoctrinador, entonces, es una mezcla letal de carisma, manipulación psicológica y una ideología distorsionada, diseñada para transformar una mente vulnerable en una herramienta leal. - Visibilidad: Este es el rol más contrastable para las fuerzas y cuerpos de seguridad lo que facilita la acción de las autoridades. Por eso en este paso el radicalizador intenta cuanto antes dar el salto de las redes a la privacidad porque la víctima está siendo radicalizada y el radicalizador deja mucho rastro como grabaciones, revistas, diseminación de contenido explícito, mensajes, sermones que dejan en evidencia su labor de engaño sobre la víctima.
- Complementariedad: Esta figura en la más visible en las labores de investigación, pero su trabajo sería ineficaz sin la fase previa de identificación y establecimiento de lazos que realizan el avisador y el captador.
V. Implicaciones para la Lucha Antiterrorista y la Prevención
Comprender la sutil y progresiva mecánica del reclutamiento yihadista, especialmente los roles del avisador y el captador, es más que una mera cuestión académica; es un pilar fundamental para el diseño de estrategias antiterroristas y de prevención verdaderamente efectivas. Si bien la figura del adoctrinador es la punta del iceberg de la radicalización visible, abordar únicamente este eslabón es, paradójicamente, una batalla a medias.
- La necesidad de una visión holística: La lucha contra el terrorismo no puede limitarse a la neutralización de los adoctrinadores cuando el proceso ya está avanzado. Es imperativo adoptar una perspectiva holística que abarque la totalidad del ciclo de radicalización, desde la identificación inicial de la vulnerabilidad hasta la consolidación ideológica. Al comprender los “rastros” y patrones de los avisadores y captadores, las agencias de seguridad y las comunidades pueden intervenir en fases mucho más tempranas, cuando aún es posible desviar a un individuo del camino del extremismo antes de que se vea irrevocablemente comprometido. Desmantelar eficazmente las redes de reclutamiento requiere no solo cortar la “cabeza” visible, sino también las “raíces” y las “conexiones” invisibles que nutren a los futuros militantes.
- Desafíos y soluciones:
- Inteligencia y contrainteligencia más sofisticadas: La naturaleza encubierta de los avisadores y captadores exige un salto cualitativo en las herramientas de inteligencia. Esto implica desarrollar capacidades para detectar patrones de comportamiento sutiles, analizar redes sociales y comunicaciones cifradas (siempre respetando los marcos legales y los derechos fundamentales), e identificar conexiones interpersonales que, a simple vista, podrían parecer inocuas. La infiltración humana y la inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) son cruciales para mapear estas redes iniciales.
- Conciencia social y sensibilización comunitaria: Es fundamental educar a la sociedad sobre estas fases iniciales del reclutamiento. Las familias, amigos, educadores y líderes comunitarios deben ser conscientes de las señales de alerta, no solo de un cambio ideológico evidente, sino también de los signos de vulnerabilidad y de las tácticas de creación de dependencia emocional que emplean los captadores. Capacitar a la comunidad para reconocer estos indicios y saber dónde denunciar (o buscar ayuda) antes de que sea demasiado tarde es una línea de defensa vital.
- Facilidad y confidencialidad en la denuncia: La experiencia demuestra que la voluntad de un ciudadano para denunciar una actividad sospechosa está intrínsecamente ligada a la facilidad del proceso y, crucialmente, a la garantía de su privacidad y seguridad. En el ámbito de la radicalización yihadista, donde el temor a represalias o al escarnio social es alto, la barrera psicológica para dar el paso es considerable. Es esencial que las autoridades trabajen en la misma línea que se está facilitando los canales de denuncia lo más accesibles y confidenciales posible. La facilidad y la discreción son dos de las claves para animar a un mayor número de víctimas y testigos a dar el paso. Un proceso sencillo, con garantías claras de anonimato y protección, aumenta significativamente la información que llega a las fuerzas de seguridad en las etapas más tempranas de la radicalización.
- Canales de Denuncia Específicos en España: En España, el CITCO (Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado) gestiona el programa STOP RADICALISMOS a través de su Centro de Coordinación de Información sobre Radicalización (CCIR). Para informar sobre actividades de radicalización, el programa STOP RADICALISMOS ofrece varias vías:
- Correo electrónico: Puedes enviar tu información a stop-radicalismos@interior.es.
- Teléfono: Llama al número de colaboración 900 822 066.
- Página web: Visita https://stop-radicalismos.ses.mir.es y utiliza su formulario de comunicación discreto.
- Aplicación ALERTCOPS: Descarga la aplicación móvil gratuita ALERTCOPS (disponible en https://alertcops.ses.mir.es/mialertcops/info/info.xhtml) para enviar tu información de forma segura.
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- Herramientas de Evaluación de Riesgo: El Instrumento DRAVY-3: Destacar la importancia de herramientas específicas para la evaluación del riesgo de radicalización, especialmente en entornos como el penitenciario. El DRAVY-3 (Detention of Radicalized Violent Jihadists, por sus siglas en español) es un instrumento desarrollado y validado en España para evaluar el riesgo de radicalización yihadista violenta en prisiones. Se basa en indicadores de violencia general, etiología yihadista y radicalismo, y ha demostrado su capacidad para detectar el riesgo de radicalización que puede llevar a la violencia. Su implementación refuerza la idea de una estrategia integral que incluye la identificación temprana y la gestión del riesgo, y se sigue utilizando en 2025 lo que es una muestra de su eficacia.
- La Comunidad de Inteligencia y Seguridad (CISEG) jugó un papel importante en el desarrollo del DRAVY-3, específicamente en la propuesta e incorporación de nuevos indicadores para el instrumento. CISEG contribuyó aportando indicadores basados en su experiencia y conocimiento en el ámbito de la inteligencia y seguridad, lo que enriqueció la capacidad del instrumento para detectar y evaluar el riesgo de radicalización, en un esfuerzo colaborativo junto a universidades y otros organismos.
- Desarrollo de marcos legales adaptados: Las legislaciones antiterroristas deben evolucionar para abordar de forma más efectiva estas primeras fases del reclutamiento, sin criminalizar la mera disidencia o la exploración religiosa. Esto implica un delicado equilibrio para tipificar las acciones de “avisador” y “captador” cuando demuestran una intención criminal clara de instrumentalizar a otros para fines terroristas, incluso antes de que se haya producido un adoctrinamiento completo.
- Intervención temprana y programas de desradicalización/prevención: La mayor oportunidad para la prevención reside en la fase inicial de vulnerabilidad. Se necesitan programas robustos de contranarrativa y apoyo psicosocial que puedan ofrecer alternativas y un sentido de pertenencia a aquellos individuos en riesgo, antes de que caigan en la órbita de los captadores. Estos programas deben estar diseñados para abordar las causas profundas de la vulnerabilidad (problemas de identidad, aislamiento, injusticia percibida) que los avisadores y captadores explotan.
- El imperativo de la contrarradicalización efectiva: Paradójicamente, mientras las vías de radicalización se multiplican (especialmente online, donde se encuentran cientos de formas de iniciar este proceso), la disponibilidad de contrarradicalización efectiva es alarmantemente escasa, contándose con los dedos de una mano las iniciativas sólidas en español e inglés que rebaten y ponen en evidencia los argumentos radicales. La lucha no puede ser solo de contención; debe ser una batalla por las narrativas, exponiendo las falacias y distorsiones ideológicas que el adoctrinador utiliza y señalando al radicalizador si es necesario. No se trata solo de detener al “charlatán”, sino de desmantelar su influencia ideológica.
- Revisando los programas en prisión: Hacia la desviolenciación: La efectividad de los programas de desradicalización en entornos carcelarios es un tema de debate crítico. Si bien la intención es buena, la realidad a menudo muestra sus limitaciones, especialmente cuando los presos yihadistas, al terminar sus sesiones, regresan a patios donde se reagrupan con otros radicalizados, neutralizando cualquier avance logrado. Quizá el enfoque más pragmático para estos contextos no sea tanto la “desradicalización” completa (que implica un cambio profundo de creencias, a menudo muy arraigadas), sino la “desviolenciación”. Este enfoque se centraría en la reducción de la adhesión a la violencia como método, la ruptura de la lealtad a grupos terroristas y la prevención de futuros actos, incluso si el individuo mantiene ciertas convicciones ideológicas. Es un objetivo más alcanzable y crucial para la seguridad pública al gestionar el riesgo de reincidencia. No hay que olvidar que llevamos siglos con cárceles cuyos delincuentes no están dispuestos fácilmente a cambiar mediante un programa.
VI. Conclusión: Una Estrategia Completa Contra la Radicalización
El complejo engranaje del reclutamiento yihadista, lejos de ser un fenómeno espontáneo o exclusivamente ideológico, se revela como un proceso metódico y progresivo. Este artículo ha buscado arrojar luz sobre las fases menos visibles y, paradójicamente, más críticas: la labor del avisador, el ojo silencioso que detecta la vulnerabilidad, y la del captador, el tejedor de lazos personales que construye la confianza para instrumentalizar a la víctima.
Hemos visto cómo estos roles operan en las sombras, utilizando la empatía, la amistad o incluso la promesa de una solución a problemas personales para atraer a individuos de perfiles diversos, desde militantes comunistas hasta personas que luchan contra adicciones. Estos casos reales subrayan una verdad fundamental: la religión es, para estos manipuladores, una herramienta, no el fin. Se aprovechan de la fe, la esperanza y la búsqueda de sentido para sus propios objetivos egoístas y violentos.
La lucha contra el terrorismo y la radicalización no puede ganar si solo se concentra en la figura del adoctrinador, la fase más visible y a menudo ya consolidada. Es imperativo que las estrategias antiterroristas adopten una visión holística, invirtiendo en inteligencia más sofisticada para detectar las señales tempranas de los avisadores y captadores. Asimismo, la conciencia social es una primera línea de defensa vital, capacitando a la ciudadanía para reconocer las tácticas de manipulación y saber dónde encontrar ayuda o denunciar con total confidencialidad y protección.
Resulta evidente que aún hay un camino por recorrer en la contrarradicalización efectiva, donde la oferta de argumentos sólidos que desmantelen la narrativa extremista es escasa. De igual forma, es crucial reevaluar los programas en entornos carcelarios, quizás transitando hacia un enfoque de “desviolenciación” más pragmático, que priorice la ruptura con la violencia, incluso si las creencias ideológicas persisten.
Finalmente, es vital reconocer una tendencia emergente y alarmante: mientras que en fases anteriores la radicalización buscaba principalmente captar combatientes, sanitarios, propagandistas o logistas para escenarios de conflicto en otros países, la dinámica actual apunta cada vez más a mantener zonas independientes de personal y económicamente de las centrales terroristas. Esto significa que las captaciones para radicalizar a futuros terroristas se volverán cada vez más comunes para nutrir al propio país o área. Este es un detalle que debemos tener muy en cuenta, porque si todos los individuos radicalizados permanecen en el lugar donde han sido captados, las consecuencias para la seguridad interna y la estabilidad de nuestras sociedades podrían ser desastrosas.
En definitiva, sembrar la resistencia desde el inicio significa comprender a fondo cada paso del proceso de reclutamiento. Es actuar de manera preventiva, no solo reaccionaria, protegiendo a los más vulnerables de ser meras herramientas en manos de la maldad. Solo así podremos construir comunidades más sólidas y adaptables y desarmar la ingeniería oculta que alimenta el terrorismo.